In another life
I would be your boy
We keep all our promises
Be us against the world
In another life
I would make you stay
So I don't have to say
You were the one that got away
The one that got away
I would be your boy
We keep all our promises
Be us against the world
In another life
I would make you stay
So I don't have to say
You were the one that got away
The one that got away
Yo estoy completamente seguro de que, por lo menos, la mitad de la gente que me conoce cree que soy tremendamente estúpido y despreocupado por las cosas que hago y digo. Y quizás, hasta cierto punto deben tener razón. Yo creo, no, en realidad estoy completamente seguro que Daniel cree que soy un imbécil, y que por decir una o dos cosas bonitas va a ser como siempre y yo, don idiota va a aceptar la promesa a medias para que así pueda volver a ser como antes y el pueda ganar esos derechos que extraña tener sobre mí.
¿Pero la verdad? La verdad es que nadie puede ganar. El no puede ganar mi corazón porque yo ya estoy harto de la estupidez que ha sido el perseguirnos el uno al otro durante los últimos cinco años. Cuatro largos años en los cuales uno de los dos ha tenido que ser víctima de la estupidez del otro, cuatro largos años que no valen una mierda al final del día, un montón de tiempo que no fue suficiente para mí para darme cuenta que estaba enamorado de un cobarde. Nada va a pasar porque yo no estoy dispuesto a hablarle a una persona que es tan cobarde como para esconder lo que siente o piensa, pero no debería sorprenderme, porque el estúpido aquí no es el, por creer que postear anónimamente en mi blog, o colocar Tweets con una cuenta diferente a la que hace años encontré sería suficiente para que, en un acto de estupidez lo encontrara.
No, el idiota fui yo, porque aunque sabía que ya no era igual y que no dejaría su vida por mí, porque alguien que ama siempre sabe y siente cuando las cosas no son ciertas. Fui idiota por que intente buscarte explicaciones, porque le creía, porque lo esperaba todos los días con la misma sonrisa que llevaba dibujada en el rostro durante esos cinco años que llevaba de conocerle, o al menos que creía conocerlo. Creía conocerte por que jamás vi mas allá del hombre perfecto que había dibujado en mi mente, nunca había escuchado mas allá de las palabras dulces, nunca me había detenido a examinar sus defectos, pero desde que la verdad me golpeo en la cara y cai en la realidad de quien era, he tenido mucho tiempo libre. Tiempo para llorar, tiempo para odiar, tiempo para culparme, pero sobre todo para darme cuenta de la persona de mierda en la que se transformo aquel al que en algún momento considere un príncipe, y lo más gracioso de esto es que, en su momento cuando era mi príncipe, el era un zombi, y ahora, que para mí no es más que un asqueroso cobarde traidor y mentiroso, tan cobarde que no puede decir de frente lo que siente, tan cobarde que miente, por que si lo que dice fuera verdad hubiera intentado al menos no lastimarme de nuevo, un asqueroso traidor y mentiroso, que extrañamente odia las mentiras. El ahora, o quiere ser un príncipe, las ironías de la vida, supongo que al final todos los bastardos quieren ser príncipes.
Nadie puede ganar ni un espacio en mi cabeza ni corazón, porque a pesar del veneno y la bilis que derrama cada una de mis palabras, ni bien leí que me amaba, mi mente voló descontrolada, como un fuego artificial ascendiendo al infinito para estallar en millones de sueños, sobre cómo podría ser todo, sobre cómo este nuevo empleo y nuevo cargo serian el paso perfecto para llegar a el, como al fin podríamos estar juntos si tenía paciencia, pero como toda esperanza, el brillo de ese pirotécnico se apago. La verdad es esta, nadie puede ganar porque yo ya decidí que no me quiero volver a enamorar, por eso, muy a mi pesar, me dejo usar y uso a quien quiera jugar conmigo, por eso escogí el papel de suplente o de amante, porque preferí odiar y maldecir antes que llorar y suplicar de nuevo. Y es entonces donde la gente que quiero, la gente que me importa, la gente que deseo, la gente a la que intento amar se ve perjudicada. No puede ganar Fabián, y es que antes de arriesgarnos y darle libre cara hasta mi corazón, prefiero darme media vuelta y no hacerle daño, mientras aun hay tiempo. No puede ganar Mauricio, porque a pesar de siempre tener razón y buscar lo mejor para mí, soy terco y me encierro en la burbuja negra y viscosa de mi odio y resentimiento, de mi furia y mi desilusión. No puede ganar David, porque a pesar de que lo que existe entre nosotros es casi irreal, la caducidad de las cosas nos tomara tarde o temprano, y sobre todo porque yo conozco mi lugar y se donde debo detenerme, y la línea que no puedo ni debo cruzar, así que tampoco puede ganar Santiago, por que advertirme que voy a quemarme no hace más que impulsar mi deseo por arder hasta volverme ceniza y desaparecer en el aire, por que cuando dos fuerzas destructivas se juntan, al final una consumirá a la otra, dejando a la que queda estallar en el infinito. No puede ganar Nim, que me repite una y otra vez que lo hecho está hecho y volver a revisar la herida no hace más que darle poder a la persona que la causo. No puede ganar Daniel, porque por más que en el fondo aun exista una parte de mi que desea más que nada volver a ser el de antes, de cambiarlo todo, de tener nuestro final feliz juntos, ya no hay tiempo, y cada día que pasa, entre el odio y el asco, entre la decepción y la furia, entre la suciedad externa y las capas de pintura dejada por lo demás, la voz de esa persona agonizante muere y muere, y se quedara callada cuando el oxigeno se le acabe. Finalmente yo no puedo ganar, por que cuando el destino me sonríe solo es por un instante, para que lo disfrute, para que me sienta seguro antes de sacarme el piso de donde estoy, yo no tengo derecho a ganar mientras siga escuchando las mismas canciones en mi cabeza aunque la música ya paro, aunque la gente con las que las cantaba ya desapareció, yo no tengo derecho a ganar porque mientras más maduro me vuelvo mas desciendo en la demencia, en la locura, en la enfermedad, en la perdición que es el no saber olvidar, mientras más logro, mas quiero acabar conmigo mismo, porque ya no lo siento propio, porque es prestado, porque no lo quiero si no lleva el nombre de alguien más, porque no soporto mas sentir que siempre faltara algo, o que si no falta nada no es más que una mentira, porque incluso cuando cierro los ojos y me dejo llevar por el placer y la satisfacción que da perderse en el deseo ajeno sé que no soporto el despertar y volver a sentir a los fantasmas comiendo mi cerebro, desarmando mi espíritu, recordándome que los únicos triunfos que me importan son los dedicados o robados. No puedo, y no voy a ganar porque soy como soy, y no se si no quiero, o no puedo cambiar.
Nadie puede ganar, nadie va a ganar, todos vamos a perder, todo el mundo pierde cuando tiene que ver conmigo, soy la apuesta fatal, la carta doblada, el caballo enfermo. El detalle esta quien será el primero en derrumbarse.
¿Pero la verdad? La verdad es que nadie puede ganar. El no puede ganar mi corazón porque yo ya estoy harto de la estupidez que ha sido el perseguirnos el uno al otro durante los últimos cinco años. Cuatro largos años en los cuales uno de los dos ha tenido que ser víctima de la estupidez del otro, cuatro largos años que no valen una mierda al final del día, un montón de tiempo que no fue suficiente para mí para darme cuenta que estaba enamorado de un cobarde. Nada va a pasar porque yo no estoy dispuesto a hablarle a una persona que es tan cobarde como para esconder lo que siente o piensa, pero no debería sorprenderme, porque el estúpido aquí no es el, por creer que postear anónimamente en mi blog, o colocar Tweets con una cuenta diferente a la que hace años encontré sería suficiente para que, en un acto de estupidez lo encontrara.
No, el idiota fui yo, porque aunque sabía que ya no era igual y que no dejaría su vida por mí, porque alguien que ama siempre sabe y siente cuando las cosas no son ciertas. Fui idiota por que intente buscarte explicaciones, porque le creía, porque lo esperaba todos los días con la misma sonrisa que llevaba dibujada en el rostro durante esos cinco años que llevaba de conocerle, o al menos que creía conocerlo. Creía conocerte por que jamás vi mas allá del hombre perfecto que había dibujado en mi mente, nunca había escuchado mas allá de las palabras dulces, nunca me había detenido a examinar sus defectos, pero desde que la verdad me golpeo en la cara y cai en la realidad de quien era, he tenido mucho tiempo libre. Tiempo para llorar, tiempo para odiar, tiempo para culparme, pero sobre todo para darme cuenta de la persona de mierda en la que se transformo aquel al que en algún momento considere un príncipe, y lo más gracioso de esto es que, en su momento cuando era mi príncipe, el era un zombi, y ahora, que para mí no es más que un asqueroso cobarde traidor y mentiroso, tan cobarde que no puede decir de frente lo que siente, tan cobarde que miente, por que si lo que dice fuera verdad hubiera intentado al menos no lastimarme de nuevo, un asqueroso traidor y mentiroso, que extrañamente odia las mentiras. El ahora, o quiere ser un príncipe, las ironías de la vida, supongo que al final todos los bastardos quieren ser príncipes.
Nadie puede ganar ni un espacio en mi cabeza ni corazón, porque a pesar del veneno y la bilis que derrama cada una de mis palabras, ni bien leí que me amaba, mi mente voló descontrolada, como un fuego artificial ascendiendo al infinito para estallar en millones de sueños, sobre cómo podría ser todo, sobre cómo este nuevo empleo y nuevo cargo serian el paso perfecto para llegar a el, como al fin podríamos estar juntos si tenía paciencia, pero como toda esperanza, el brillo de ese pirotécnico se apago. La verdad es esta, nadie puede ganar porque yo ya decidí que no me quiero volver a enamorar, por eso, muy a mi pesar, me dejo usar y uso a quien quiera jugar conmigo, por eso escogí el papel de suplente o de amante, porque preferí odiar y maldecir antes que llorar y suplicar de nuevo. Y es entonces donde la gente que quiero, la gente que me importa, la gente que deseo, la gente a la que intento amar se ve perjudicada. No puede ganar Fabián, y es que antes de arriesgarnos y darle libre cara hasta mi corazón, prefiero darme media vuelta y no hacerle daño, mientras aun hay tiempo. No puede ganar Mauricio, porque a pesar de siempre tener razón y buscar lo mejor para mí, soy terco y me encierro en la burbuja negra y viscosa de mi odio y resentimiento, de mi furia y mi desilusión. No puede ganar David, porque a pesar de que lo que existe entre nosotros es casi irreal, la caducidad de las cosas nos tomara tarde o temprano, y sobre todo porque yo conozco mi lugar y se donde debo detenerme, y la línea que no puedo ni debo cruzar, así que tampoco puede ganar Santiago, por que advertirme que voy a quemarme no hace más que impulsar mi deseo por arder hasta volverme ceniza y desaparecer en el aire, por que cuando dos fuerzas destructivas se juntan, al final una consumirá a la otra, dejando a la que queda estallar en el infinito. No puede ganar Nim, que me repite una y otra vez que lo hecho está hecho y volver a revisar la herida no hace más que darle poder a la persona que la causo. No puede ganar Daniel, porque por más que en el fondo aun exista una parte de mi que desea más que nada volver a ser el de antes, de cambiarlo todo, de tener nuestro final feliz juntos, ya no hay tiempo, y cada día que pasa, entre el odio y el asco, entre la decepción y la furia, entre la suciedad externa y las capas de pintura dejada por lo demás, la voz de esa persona agonizante muere y muere, y se quedara callada cuando el oxigeno se le acabe. Finalmente yo no puedo ganar, por que cuando el destino me sonríe solo es por un instante, para que lo disfrute, para que me sienta seguro antes de sacarme el piso de donde estoy, yo no tengo derecho a ganar mientras siga escuchando las mismas canciones en mi cabeza aunque la música ya paro, aunque la gente con las que las cantaba ya desapareció, yo no tengo derecho a ganar porque mientras más maduro me vuelvo mas desciendo en la demencia, en la locura, en la enfermedad, en la perdición que es el no saber olvidar, mientras más logro, mas quiero acabar conmigo mismo, porque ya no lo siento propio, porque es prestado, porque no lo quiero si no lleva el nombre de alguien más, porque no soporto mas sentir que siempre faltara algo, o que si no falta nada no es más que una mentira, porque incluso cuando cierro los ojos y me dejo llevar por el placer y la satisfacción que da perderse en el deseo ajeno sé que no soporto el despertar y volver a sentir a los fantasmas comiendo mi cerebro, desarmando mi espíritu, recordándome que los únicos triunfos que me importan son los dedicados o robados. No puedo, y no voy a ganar porque soy como soy, y no se si no quiero, o no puedo cambiar.
Nadie puede ganar, nadie va a ganar, todos vamos a perder, todo el mundo pierde cuando tiene que ver conmigo, soy la apuesta fatal, la carta doblada, el caballo enfermo. El detalle esta quien será el primero en derrumbarse.
2 repercuciones:
No tiene que ganar ninguno de nosotros, sino tú. Ya te lo he dicho repetidas veces, pero ya debes dejar las cosas ir.
Las cosas están mejorando, poco, peor lo están haciendo, debes disfrutar lo bueno que te pasa por más dificil que sea, por más pequeño que sea y deja ya la auto-compasión =_=.
Me gusto mucho que decir... se me cayeron algunas lagrimas mientras lo lei. Entiendo perfectamente como te sientes porque creo que de alguna manera yo elegi el mismo camino, no me gusta pero que mas da...
suerte!
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