Estrago y Decadencia

[Post previo al dia que pase en el hospital]



Estoy en una posición extremadamente incomoda, no siento mi espalda, siento el calor recorriendo mi cara y el sudor recorriendo mis mejillas. Me hace falta el aire por tanto esfuerzo y concentración, creo que mi corazón se está deteniendo en cada esfuerzo y creo también que acabo de reconocer parte de la ensalada que comí en la tarde. Acabo de descubrir, por la fuerza, que el sabor de la nicotina mezclado con el del vomito es una de las cosas más desagradables que puede existir.

Me siento terriblemente mareado, siento que el baño me está dando vueltas y que mi cerebro anda en coma. El espejo me devuelve una mirada decadente y angustiada, no tengo a quien pedirle ayuda, aunque pensándolo bien ¿Qué ayuda podrían darme? ¿A dónde podría irme de todos modos? No es que ninguna de las personas que conozco podría hacer que las arcadas se detengan. Claro que no, en este instante estoy pagando el precio de no cuidar mi salud, de no dormir, de cargarme de trabajo y sobre todo, de no pensar en mí, pero si pensar en la tragedia.

Siento que el mundo me cae encima, no dormí bien toda la noche pensando en mil cosas que ya he pensando otras mil veces, no comí por correr de mi casa hacia el instituto para no llegar tarde a una de esas clases en las cuales ando volando en faltas, faltas que acumule mientras lloraba tirado en mi cama recordando un pasado y una promesa que al parecer son mas efímeras que nunca. No puedo llamar a Alex, pues para empezar, no tiene un celular en el cual encontrarlo. Tampoco puedo contactarme con mi madre, pues debe estar durmiendo.


Es un viernes por la noche, y la mitad de mis amigos se encuentra o en discotecas o trabajando. Y ¿Yo? Yo estoy vomitando en el baño, gracias por preguntar. Quizás es porque no me quiero, o quizás es porque en verdad se me olvida, pero hace varios días que no voy al médico, al menos no desde que recibí los resultados del análisis de sangre. Si, ese análisis de sangre que no solo no parece ser terriblemente inadecuado, sino también terriblemente predecible.

Sumerjo mi cara en agua fría y aun con el agror en la boca, intento comer un paquete de galletas saladas. No sé si por efectos del vomito o por alguna otra místicas y esotérica razón, pero ahora recuerdo que hay muchos cabos sueltos en toda la situación actual. Hay cosas inconclusas y hay palabras que aun están flotando en mi cabeza, no sé si soy un cobarde o lo hago por respetar mi salud mental, pero entiendo que escape de muchas situaciones dolorosas. Escape de la depresión, escape de la frustración, corrí por los callejones interminables de la vida buscando atrapar el equilibrio con mis manos, arrancándole la tranquilidad al infinito con toda la demencia de mi alma.

Masticando la galleta y divagando como si estuviera inhalando Opio, continuo pensando en todo lo que hay por hacer. Seco un vaso de helada gaseosa y empiezo a respirar fuertemente. Sigilosamente me miro al espejo y me repito
“Respira…Respira…Respira…”


No importa que tan mala sea la situación, no parezco tocar fondo nunca, al parece, tras tanta frustración, es inevitable que mi cuerpo reaccione mal, contra mi voluntad. Quizás mi salud es cada vez más relativa a mi estado emocional. Quizás estoy viejo, o quizás solo quiero morir de una vez. No sé cuál es la razón verdadera. Solo cierro mis ojos y me meto de nuevo bajo la regadera


“Respira….Respira….Respira….”


No puedo desmayarme ni darme por vencido, hay tanto que aun tengo que hacer, hay tanto que aun debo decir, no puedo detenerme aquí. Me preguntaron ¿Qué quería escuchar? Lo que quiero escuchar es que todo va a estar bien, que los sueños se cumplen, que cada una de las palabras que aparecen a escondidas entre mis textos sean verdaderas, sinceras, quiero escuchar con sinceridad, que el martirio se acabo, que no va a seguir adelante todo este sufrimiento incensario. Que se caerán las cadenas que me han tenido retenido durante tanto tiempo. Quiero escuchar en sencilla un “Te Amo”.



Pero no lo voy a escuchar ¿verdad? No voy a escuchar ni siquiera un “Todo estará bien” Así que me toca dejarme de estupideces. Tomando una toalla cercana me miro en el espejo una vez más, sacando aire desde los confines de mis pulmones, me ordeno a mi mismo.

“Límpiate el vomito de la boca, estas hecho un desastre, arréglate un poco y vámonos a la calle, que se nos acabo la Coca y los Cigarros”

Como un corderito que hace caso a un pastor, mi cuerpo responde al llamado de mi cerebro. No me puedo detener ahora, tengo que concentrarme en continuar, en triunfar, en no detenerme. En demostrarle al mundo y a mi mismo que puedo arrancarle al destino las coas que el me arranco. Mi salud puede esperar un poco mas, aun puedo darme el lujo de una Coca Cola y unos cigarrillos. Ademas, si me voy a morir, que sea con estilo.

Nadie sabe nada



Son las seis de la mañana y en estoy dando vueltas en la calle. Como todo domingo, los únicos a esta hora son los ebrios rezagados de las fiestas sabatinas, la gente trabajadora y decidida, los conductores de transporte público y bueno, yo. Obviamente, nadie sabe que estoy en la calle a esta hora, incluso cuando el Karaoke termino hace treinta minutos, yo sigo cantando entre la densa neblina. Me doy cuenta de que a esta hora pienso el triple de lo normal, envuelto entre el frió matutino y el calor de mi cigarrillo, llego a la conclusión de que nadie sabe nada.


Mis amigos, quienes acabo de dejar hace menos de media hora, no saben que tengo el corazón palpitándome a velocidades insospechadas tras el tercer Red bull de la noche. Tampoco les confesé que llevaba seis cigarrillos fumados hasta que salimos, y con este, ya son ocho, olvide confesarles también que tanto cigarrillo a empezado a molestarme la garganta con una desagradable garraspera. Dándole golpecitos a mi cigarrillo mientras camino, recapitulo a toda la gente que no sabe nada.


Mi vieja amiga, desconoce completamente que, ese dinero del que ya nunca hablamos se me hace necesario para comprar esas medicinas que ella no sabe que necesito. También ignora, y esto no sé si es porque lo quiere hacer, o porque simplemente no se da cuenta, que si no le hablo no es porque no exista más cariño, es por que valgan verdades, es quien dirigió lo que sería el montaje más caótico de mi existencia, y esto inevitable, alberga un cierto nivel de resentimiento, no por su felicidad, sino por el precio de su estabilidad. Tomando el tema de montajes, Fernando no tiene la más mínima idea, que pese a todo lo que paso, el cariño que siento por él no ha muerto, solo está guardado en una cajita. Tampoco sabe, y esto es por delicadeza, de que besa terriblemente mal.

Mi madre a la cual probablemente no vea hasta la próxima semana, no sabe que, desde hace unos días, cuando me abandona por temporadas largas, un chico viene y se queda en mi cama. Tampoco tiene idea, gracias al cielo, de que este chico tiene cuatro años menos que yo, y mucho menos se imagina que de un tiempo a esta parte mi vida sexual pasó de nula a activa. Alex, el chico con el que me veo, no sabe que aunque no lo parezca, le empecé a tomar un cariño especial. Sabe que lo extraño cuando no lo veo por mucho tiempo, pero probablemente cree que es todo una cuestión sexual, así que en teoría, no sabe que me gusta su compañía. Eso sí, no sabe lo mucho que me incomoda cuando me pide que le muerda el labio mientras nos besamos.

La mitad de mi círculo social, no sabe que sigo viéndome con este chico extremadamente joven después de sus clases y de mi trabajo. Francisco no sabe que, pese a todo lo que puede pensar y la distancia innegable, es un chico que absolutamente me cautiva por su forma de ser y de actuar. No sabe tampoco que hay palabras atoradas en mi garganta, que dejo de decir por decoro y respeto. Y siendo sinceros, yo no sé porque no le digo nada. Nim no sabe, o bueno, quizás si, como es algo denso uno nunca sabe, que lo quiero como si fuera mi hermanito menor de toda la vida, supongo que de vez en cuando, el instinto paternal le gana al instinto pederasta, sobre cuando en cierta forma, el reflejo de un pasado incierto te da en la cara.




El par de Argentinos al que consulto con regularidad, no sabe que mi cariño por ellos es desproporcional a la cantidad de errores que cometo. No sabe, o bueno, quizás si saben y no les importa mucho, que hablar de más es mi talento nato, pero querer a la gente que significa mucho para mí es aun mas natural en mi.No tengo mis dudas si es que saben lo hábil que soy para equivocarme, pues lo han visto más de una vez, pero no siempre han visto mi capacidad de salir adelante. Take, no sabe para nada, que aun planeo cumplir mi promesa. No sé si sabe, probablemente lo desconoce, que hay sinceridad en todas y cada una de las palabras que le dije aquella fatídica noche. No sé si lo recuerde, pero cuando digo “Te quiero” es con el alma en la mano.

Mis amigos no saben, que a pesar de que ya no estoy deprimido, muchas veces tengo recuerdos enredosos dando vueltas en mi cabeza, con respecto a temas que se han vuelto tabú en mi círculo de amigos. No saben, que por las noches, cuando me ataca la nostaliga, pongo una o dos canciones tristes y doy vueltas por la cama, preguntándome que fue de él. Por otra parte, yo no sé, que va a pasar mañana. No sé si es que realmente deba creer en las palabras de alguien que me ha terminado dando la espalda, y que solo se manifiesta anónimamente. Tampoco se, si sea correcto mantener una esperanza de algo en decadencia. Mucho menos entiendo, como espera que seamos amigos, cuando simplemente, los sentimientos no caben en un espacio tan pequeño. Y no sé, si es que las cosas se mantengan en el orden que esta, ni si la felicidad toque mi puerta o la de que me rodean, si mi lista de enfermedades serán curadas con el paso de los días o en una especie de milagro navideño. Solo sé que ni yo, ni el grupo de gente con la que ando sabe absolutamente nada.

Momento feliz



[Esto era una tarea para el instituto]

No recuerdo exactamente que situaciones o eventos me llevaron hasta donde estaba, y realmente no creo que importe mucho, pero allí estaba yo, de 18 años, desnudo y saliendo apresuradamente de la ducha, en teoría, este día debería ser especial, como todos los 17 de febrero, debería estar celebrando junto a él en su cumpleaños, pero no tengo tiempo para pensar en eso, porque estoy exiliado, y por que ya es tarde para ir a trabajar. Así que ataco brutalmente a mi armario para sacar mi uniforme de trabajo y me lo pongo apresuradamente. Febrero es un mes extremadamente caluroso y me obliga a tomar repetidas duchas para no perder la paciencia entre el incesante calor de la tienda y el de la calle.

En mi loca carrera hacia el trabajo, no me doy cuenta de que se tengo un correo nuevo en mi bandeja de entrada y de que hay una ventana brillando en mi Messenger, no tengo la más mínima idea acerca de todos los cambios que van a ocasionarse. Bajo las escaleras de mi departamento a toda prisa, cuento los minutos que tengo para llegar a trabajar, mastico la manzana a miedo comer que llevo en la boca y por un segundo me detengo a pensar en que estará haciendo el.

Llegue con la mayor celeridad posible, estoy pensando seriamente en salir rápido hoy, pero veo tanto trabajo que hacer y tantas cosas que limpiar, que lo veo cada vez menos probable, así que empiezo. Amaba mi trabajo, claro que si, probablemente no ame tanto a mi grupo de trabajo, pero la pase bien. Las horas siguieron su curso mientras yo sumergido entre los aromas del café, la leche y el chocolate parecía olvidar por completo la realidad. Pasarían 8 horas desde el instante en el que llegue a la tienda hasta el momento en el que volvería a casa, casi al amanecer, para darme cuenta de que algo que no esperaba había pasado.

Cansado, molido y con café hasta en la camiseta, llegue a mi habitación, tan vacía como siempre, mi madre seguía internada en el hospital, mi amante de turno estaba ocupado con su familia. Debería como cualquier persona normal, llegar a mi cama y lanzarme a dormir, pero algo me impulsa a ir hacia el ordenador, una fuerza inentendible me lleva a revisar mis cosas antes de dormir, y como si fuera un magnetismo karmico.

Pero allí estaba, un pequeño correo, menos de dos líneas, una súplica de perdón, una llamada de auxilio, un te extraño envuelto en nostalgia. Como si el universo me recargara por completo, como si toda la energía del universo se descargara en mi alma, una satisfacción incontenible me lleno. Un segundo de felicidad que con el tiempo se extendería más de lo pensado.

En dos meses más, el romance que había sido congelado como si fuera una cena a medio comer fue recalentando. Los Te amo, volverían a plagar mi boca y mi corazón, sus sonrisas y la correspondencia de nuestro amor permitiría que en ocho meses más, se nos desbordara la felicidad, la pasión, el sentimiento de complementación y sobre todo la felicidad. Los momentos más felices de mi vida entraron en conjunción uno tras otro, segundo tras segundo en el cual cada una de las cosas que deseaba se llevaría a cabo, sueño tras sueño, idea tras idea, objetivo tras objetivo. Pero luego, diez meses después el declive empezaría, el silencio se prolongaría, la frustración terminaría tomando posesión de mi cerebro y mi corazón, el desgano podría más que el romanticismo y la frustración envenenaría cada una de mis palabras. Un año y medio después el ya no estaría, el se habría marchado por motivos comprensibles pero en maneras detestables, el estaría alejado y sumergido en un universo ajeno a mi, y por ende, esa época se volvería un recuerdo, un momento feliz extinguido. Un año y ocho meses después, tendría un tema adecuado, para hablar del momento más feliz de mi vida.