La Lata



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Es aproximadamente las 9 de la noche en un viejo y sucio departamento situado en la Molina, la habitación retumbó cuando Alex azotó la vieja puerta del departamento. La ira y la frustración escapaba de sus ojos y la saliva rabiosa se acumulaba en sus labios. Como una bestia trastornada se deslizo por la habitación hasta que sus ojos se posaron encima del objeto de sus iras.

“¡Tú!”, gritó con furia. “Anda, se un hombre por una vez en tu vida y háblame, justifícate, dime por qué hiciste lo que hiciste ¿Te urgía tanto abrirle las piernas al primer bastardito que se ofreciera a darte una noche de placer? ¿Todos esos planes de matrimonio y familia conmigo no eran suficientes como para controlarte? No, parece que no es nada del otro mundo intentar cumplir una promesa, pero claro, no dices nada ¡Nunca dices nada! Siempre has sido y serás un cobarde, uno más del montón. ¡NO ERAS NADIE! No éramos nadie, éramos un par de niños abandonados en la calle, pero claro, ahora que tienes dinero, gente que te alaba y sexo no necesitas nada de lo que tenias antes, ¿Para qué comprometerte con algo cuando tienes placer? Obviamente una promesa no vale nada, no es justificada, solo importa el placer que te puedan dar, o que puedas comprar, y es que claro nada de lo que yo te di o puedo dar es comparable con un juego de última generación, una noche de sexo, una cena cara o una noche en el cine con todo lo que quieras, el plan de vida, la promesa de matrimonio y familia solo te valen una mierda. ¡UNA PUTA MIERDA, eso es lo que vale para ti ahora, y por eso ME DAS ASCO! No, espera YO me doy asco porque sigo siendo el retardado que te espera todas las noches como si por algún estúpido motivo fueras a volver, como si te fueras a justificar o alguna estupidez así, así que solo te puedo aborrecer, te aborrezco por amarte y verte aquí, porque existes aquí LÁRGATE”.

Con un movimiento brusco su mano golpeó al destinatario de sus gritos. Su frágil cuerpo cayó al suelo, la lata de Coca Cola se rodó por el sucio piso de la habitación levantando el polvo en su camino. Llevaba dos semanas sobre la mesa, en algún momento se encontraba llena pero ahora solo estaba vacía, ella fue mudo testigo del colapso nervioso del joven. Cuando todo empezó el joven de cabello negro aún lo traía corto, se quedó congelado mirando la pantalla, su silencio y su decepción se vieron ahogados bajo el agua de la ducha, tratando de despertar su mente y limpiando la ceniza y la caspa. No derramó
ni una lágrima durante todos esos días, pero consumió mucha azúcar, justificada en la lucha contra la decepción, consumiendo muchas latas y dulces variados. Con el pasar de los días se deslizaba por su vacía habitación solo en bóxers y camiseta, a veces se detenía en la ventana a preguntarse “por qués” que simplemente no existían, preguntas que nadie y ni siquiera él podía responder.

Mientras los días pasaban y el polvo se acumulaba sobre la ropa tirada en el piso, y mientras los cigarros se apagaban en la ventana sus ojos se mantenían clavados en la pantalla. Intentaba producir algo pero nada salía, el bloqueo entre sus emociones y su cerebro era tal que se había vuelto laxo, débil, como una paloma atropellada y dejada a morir. Los días seguían pasando y él pasaba horas escuchando música, pensando planeando, deseando cosas que no podía obtener y no podía controlar. Al empezar la segunda semana su cabello ya estaba largo y desordenado, sus ojos se habían pronunciado y su paciencia se había acabado, ya no podía quedarse más días dando vueltas sobre su cama. Los días pasaron y el empezó a salir, a abandonar la habitación y tratar de quitarse el polvo de encima.

Mientras la noche y el día daban vueltas por la ventana, la lata se mantuvo sobre la mesa hasta el día en el que el joven volvió con la herida abierta, no en la piel pero si en el pecho, la rabia y la impotencia de no poder hacer nada, de no poder cambiar nada. Su cabeza se había transformado en una montaña rusa, y aunque él contaba con la vocación de cambiar cada uno de sus terrores y desesperaciones, el cuerpo no podía, el alma no resistía el peso de los fantasmas. La lata fue aplastada por la rabia y el descontrol. Su cuerpo se desplomo sobre la cama, y su cabeza dio vueltas contra la almohada. El miedo de vivir solo no está en estar solo, es estar en no poder combatir o convivir con los fantasmas, todo el mundo habla de superación y aunque uno quiera superarse la mente a veces es más fuerte que la voluntad. Así que así, aun con el deseo de transformarse se dio por vencido ese día, el corazón roto y la mente torcida logró más que su voluntad y espíritu.


Semanas después, si la lata aún estuviera sobre la mesa o en la habitación se sentiría orgullosa de haber sido el motivo de inspiración para que aquel joven enloquecido pudiera volver a escribir.


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Este es el texto introductorio de una historia corta que estoy planeando. Denme su feedback porfavor. Como notaran tiene mucho de autobiografico

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