Luisa


Los siguientes sucesos y personas son completamente reales.
El siguiente post tiene un alto contenido dramático, pero no por eso deja de ser cierto.
Todo parecido con la realidad es completamente cierto.






Hace mucho tiempo que no veía a Luisa, pero cuando supe que estaba en el hospital junto a mi madre, tan cerca de mi trabajo sentí uno de esos impulsos idiotas y quise ir. Cuando la encontré, una mezcla de emociones se apodero de mi, una especie de lastima mezclada con desagrado, allí estaba ella, vieja y sola, vestida de negro con una pequeña bufanda rosada llena de manchas, sentada en una de las bancas del hospital, mirando al vacio, creo que ni siquiera estaba segura de donde estaba, o porque estaba allí. Me acerque temeroso ¿Cómo tomaría volver a ver a su nieto luego de tanto tiempo? ¿Cuántas represalias iba a recibir? Cuando me acerque, y la llame, no me reconoció, creo que no sabía bien quién era, no sé si pudo ver en mis ojos el cambio o si fue por cómo estaba vestido, pero parecía que nunca había visto a alguien como yo. Me senté a su lado, con un poco de miedo, porque no estaba seguro de que se acordara de mi, o de si se encontrara emocionalmente estable, le repetí mi nombre, no el otro que uso para que nadie sepa quién soy ni la deshonra que es mi familia para mi, fue allí donde me miro por un instante, fijo sus ojos en mi y se dio cuenta que era su nieto, al que no veía hace casi un año, al inicio con desconfianza me extendió la mano, la tome y acaricie sus arrugados dedos, para mi horror, en sus manos había una gran cantidad de heridas, mi primera impresión fue que, seguramente, mi abuelo la había atacado de nuevo, pero fijándome más detenidamente , descubrí que las heridas eran costras, exactamente iguales a las que tiene en la cabeza, producto de una infección, infección que fue ocasionada por que, en uno de sus ya conocidos arranques alcohólicos, mi abuelo la lanzo contra una puerta, donde ella se estrello, rompiendo los vidrios y clavándolos en su delicada y vieja cabeza. No estuve allí pero imagino que la sangre corría por todos lados, mi madre, a la cual muchas veces le he reprochado el no poner prioridades en su vida, se encargo de propinarle un severo golpe a mi abuelo, motivo por el cual ahora, ambos se encuentran en juicio. El punto es que las heridas en la cabeza de Luisa aun no terminan de sanar, mi padre, un hipócrita consumado, se encargo de curar a mi abuela y encargarse del papeleo del caso, lo cual me resulta tan irónico por que en su época mi padre hizo lo posible y lo imposible por atormentar a Ida, mi abuela materna, por romperme la boca y patearme hasta que los músculos de mi estomago se contrajeran y no pudiera respirar, por reventar la cabeza de mi madre con cualquier objeto punzocortante o lo suficientemente duro que tuviera a la mano, por agarrar a patadas a su padre o arrastrarlo por la pista y, que tal, por golpear a su madre hasta que le diera dinero.

La vida de Luisa, entonces, ha sido muy desgraciada, un marido alcohólico y abusivo, un hijo que, hasta hace poco era totalmente mediocre e igual de alcohólico y abusivo que su padre, un par de hermanas totalmente inútiles e incompetentes, que se han aprovechado de ella en incontables ocasiones. Luisa nunca trabajo, y aunque estudio en uno de los colegios más caros en el año 50, nunca fue muy brillante. Cuando aún vivía con mis padres, y por ende, con Luisa, recuerdo que me sentaba a acompañarla en los sillones de la casa, a ver sus novelas y ver dibujos animados juntos. Luisa no era de las mejores cocineras, pero mentiría si dijera que alguna vez no me hizo un plato de carne y papas con todo el amor del mundo. Cuando tenía dinero, Luisa salía a la calle a pintarse el pelo en alguna de esas peluquerías de mala muerte que quedaban por su casa, y solía volver con un chocolate o dos para mí. Luisa siempre me abrazaba antes de irme a la calle, siempre me daba un beso volado antes de ir a la escuela y siempre se sentía contenta de verme. Ahora estamos los dos sentados en un hospital, puedo ver desde donde estoy las heridas en su cabeza y mi estomago se revuelve. Muchas veces le dije a mi madre, que si mi papa es tan heroico como ella lo pinta ahora que volvieron a vivir juntos ¿Por qué no ha hecho nada por Luisa? ¿El tiempo? ¿Las ganas? ¿El miedo? En el fondo quizás sigue siendo igual de inútil, pero es mi madre quien se encarga de todas estas cosas, de llevar a Luisa al hospital y ver sus heridas. Mi madre tiene alma de santa, supongo, o una vocación por cuidar al prójimo, pero conmigo ya se dio por vencida. Ella sabe que yo no tengo remedio y quizás por eso simplemente no le importa ya si estoy enfermo o no. Pero de eso hablaremos en otro momento.




Mi madre ha aparecido al fin, mientras yo abrazo a Luisa con una ternura familiar que creí que había olvidado hace mucho, la acaricio y ella sonríe, es feliz, creo que piensa que voy a volver a verla, que voy a regresar a vivir con ella, mi abuelo, mi padre, y mi madre. Pero no, no puedo, no puedo volver a esa casa por varios motivos. El primero, esa nunca fue mi casa y mi padre no me recibiría bien sobrio o alcoholizado, el segundo, allí, alguna vez, yo tuve un perro, un perro que tuve que dejar y espere que cuidara, un perro que, no supieron cuidar y se volvió violento, un perro tonto al que yo tampoco supe cuidar y no me pude llevar, un labrador al cual mi madre cuidaba como un hijo, un perro al cual, mientras yo y mi madre no estábamos decidieron matar, por que todo se resuelve así con ellos, si no se muere, se desaparece, la tercera razón por la cual no puedo pisar esa casa es porque hay una memoria llena de dolor en cada esquina, un grito, un golpe, y aunque esto no lo sabe nadie, hay escrito con tiza, en una pared oculta dentro de mi habitación detrás del armario, una frase, que a pesar de los años aun no se borra, un estúpido “Daniel y Alejandro, para siempre”, escondido entre los uniformes viejos de colegio y las ropas que Ida tejió con sus manos postrada en una cama de hospital esperando la llegada de la muerte.

Quiero llevarme a Luisa a comer, algo pequeño almenos y a ella le agrada la idea, se aferra y me sonríe con su sonrisa con dientes amarillos y espacios entre ellos, mi madre insiste en sacar unas medicinas, discutimos, le digo que el trabajo solo me da una hora de tiempo, ella insiste en quedarse en el hospital, como era de esperarse, discutimos, me dice que no tengo derecho a venir y decir lo que se me venga en gana, envuelto entre la rabia que me genera las discusiones laborales y mi poca paciencia le digo que es una inconsciente, que Luisa está cansada y que yo quiero verla, la pobre viejita se agita entre los dos y nos pide que paremos de pelear, pero mi madre insiste en que me vaya si es que estoy apurado, la miro con una rabia característica e intento sacarla de allí, la discusión sigue, Luisa se pone más nerviosa, la miro y me muerdo la lengua y puedo sentir el veneno saliendo de ella, le doy una mirada indignada a mi madre, y me llevo a Luisa hacia la salida a esperar, puedo escuchar el murmullo de un grupo de viejas que no tienen nada que ver en el asunto pero no por eso dejan de criticar la manera en la que hablo.

Salimos del Hospital, Luisa esta brillante, sonriendo, mi madre, por otra parte tiene un aire sombrío entre los ojos, le comenta que el seguro medico ha perdido los resultados de la biopsia que le hicieran a la cabeza, para saber cómo se encontraba, hay un tono de preocupación en su voz, Luisa no le hace mucho caso, ella está feliz de estar con su hija política y su nieto, es más que suficiente, es mas compañía de la que normalmente tiene, pues, desde que se accidento y yo me fui de la casa, pasa sus tardes sola en el sillón, tomando un montón de medicamentos que yo no conozco y no quiero conocer, por que la veo tan frágil, tan abatida, tan cansada pero a la vez tan contenta y tan ajena a la serie de problemas que tiene, ella se siente bien, aunque ya le cueste caminar y su cabello religiosamente teñido ahora este cayéndose y blanco. Sé que Luisa morirá en unos años, probablemente tres a lo mucho no estoy seguro de cuantos, se que ha dejado parte de la casa para mi y para mi padre, se que la otra mitad de la casa la tiene Aurelio, mi abuelo, pero desde que mis padres empezaron una serie de litigios los retiro del testamento, dejándome a mí como único heredero de su parte, o al menos eso es lo que tengo entendido, porque tras las diversas querellas y peleas con mis padres, no puedo evitar creer que la casa no se la ha dejado a nadie, y con muy buena razón, yo creo, que por eso el abuelo me quería, porque yo despreciaba a mi padre, y aunque ahora intente portarse bien conmigo, yo no olvido, no olvido que ni él ni mi mama fueron lo suficientemente buenos como para ser una familia, no olvido que mi única familia eran Ida, en menor manera y cierto modo Luisa y luego, años después, Daniel. Y ahora, que Ida se fue, hace 13 años y yo aun guardo sus cenizas, que Luisa tiene cada vez más problemas en recordarme, que Daniel no existe más, que se desvaneció en el mundo y me abandono, no puedo evitar sentir que no me queda ninguna familia.




Mi madre es una buena mujer, cuando no recuerda lo mucho que la desespero, yo por mi parte soy, o era, un buen hijo cuando mi madre estaba callada. Nos sentamos en un café cerca del hospital, Lucia se ve entusiasmada, y pide un plato de tallarines, pero mi madre le susurra con cariño que es una cafetería y no venden tallarines, así que le pregunta que quiere, y mirando al vacio medio perdida, Luisa responde que cualquier cosa, mi madre que la conoce mejor que yo por que aun conviven juntas, pide una butifarra, sin lechuga o cebolla y sin ají, pienso que en realidad eso ya no es una butifarra, pero no digo nada. Ella pide un jugo, aun mirándome con recelo y Luisa pide un café, nuevamente brillando, le han prohibido que tome café muy seguido pero creo que al igual que yo siente que es una oportunidad especial. Yo miro frenéticamente el reloj y aun abatido por todo, pido un pan con pollo y es suficiente, Luisa saca unos billetes arrugados, de la menor denominación, me da dos y me mira con ternura, yo no quiero aceptarlos, siento que le estoy robando y yo puedo robarle a quien sea si me lo propongo pero a ella no. Los acepto luego de su insistencia y los guardo con un poco de culpa en mi estomago. Mi madre sigue comentándole como será necesario realizar más exámenes y como aun no se la podrán llevar a la peluquería, en ese momento la veo quebrarse, no sé si recuerda la impotencia que sintió cuando Ida agonizaba en mi habitación luego de que la gente del seguro no la atendiera a tiempo o si se siente mal por no poder tener el dinero suficiente para llevarla a una clínica pero la veo quebrarse y por un instante la vuelvo a ver como mi mama y no como mi madre. Pero se limpia las lágrimas en sus ojos disimuladamente y sigue tomando su jugo. Yo hago de cuenta que el piso es muy interesante y le sonrió a Luisa, ella sonríe y derrama su café mientras intenta tomarlo, mi madre se apresura a limpiarlo y calmarla pues se a puesto nerviosa, imagino que teme que, como en su casa, mi abuelo venga a gritarle, la veo con lastima y reviso el reloj, hace diez minutos debería estar de vuelta en la oficina, abrazo a mi abuela y le digo que la quiero mucho, veo a mi madre y le doy un beso en la mejilla, ella me sonríe, como lo hacía antes de que nos peleáramos y dejara de ser mi mama y se volviera mi madre. Luisa paga la cuenta, o eso cree porque mi madre paga la otra mitad. Yo las miro de lejos y me voy pensando en que tanto importa todo esto.

En la puerta de la oficina me detengo, esto me ha recordado, la forma en la que Luisa se aferra tanto a su hijo y a su esposo que a veces, la gente necesita una familia, que muchas veces es necesario ser parte de algo, de un núcleo, que quizás, yo, ahora no pueda tener esa familia que siempre quise porque ya no hay quien quiera arriesgarse a tener un par de niños con alguien tan desequilibrado como yo. Tengo un nudo en el estomago pero no digo nada, por primera vez en muchos días me siento solo, abatido, decepcionado, encarcelado. Aunque no hablo mucho con Luisa y en realidad no puedo hacer el intento de ir a visitarla mas seguido, no puedo evitar sentir un cariño por ella, por todas las veces que me cocino y me hizo cariño cuando nadie más quería hacerlo. Algún día, en un par de años, luego de que Luisa no este, voy a tener una pelea demoledora con mi padre, por la casa, por los recuerdos, para ver ese lugar demolido, porque así Luisa descansara en paz, con esa casa llena de dolor hecha pedazos y convertida en un apartamento donde mucha gente pueda tener lo que ni ella ni yo tuvimos, ni tendremos, una familia.

El suicida que me amo








Hace unos años, cuando yo aun no entendía bien cuál era la diferencia entre la estupidez, la poseria y la verdadera originalidad, me hice amigo de un chico que tenía muchas cosas en común conmigo. Como siempre, esta amistad era a kilómetros de distancia, pero el idealismo y esos rezagos de pureza que me quedaban para ese entonces, me impulsaron a que confiara y desarrolláramos una amistad bastante inocente.

Con el tiempo, y de esto tiene la culpa mi actitud provocadora de ese entonces, nos hicimos amigos muy cercanos, hablábamos por Skype todos los fines de semana y yo, ocasionado que al final, termináramos teniendo una química que rosaba el romance, todo esto bajo la ocasional mirada de mi ex novio, el único al que le digo ex novio, vivía en el mismo país que este muchacho.

No voy a mentir, tengo una debilidad por la gente con problemas, me encanta la gente que no puede o no sabe controlar todas sus emociones, me fascina la gente que , al igual que yo, está mal del cerebro por dejar que la voz de su alma y corazón primen sobre la tan aburrida y tradicional razón, me encanta la gente insegura, porque , al igual que yo aprendieron a encontrar una serie de mecanismos de auto defensa, porque la inseguridad compartida da la seguridad que nadie más te puede dar, por mas patológico que suene es cierto, y cualquier persona que sea insegura te dirá siempre que, en el amor y la compañía encontró la satisfacción de sentir seguro, por mas autodestructiva que fuera la relación.

El punto es que, entre palabras y desesperaciones, entre embrujos de locura y descontrol, fue como mi amistad con el fue creciendo, yo puedo asegurar que no estaba enamorado, pero sería mentir decir que no lo quería de una manera exageradamente cursi, por que se parecía a mí, porque estaba tan mal de la cabeza como yo, o incluso por que se veía tan extremadamente nerd y frágil como yo. Fue así que nuestras debilidades formaron una amistad potente y virulenta, basada en la inseguridad pero no por eso menos fuerte o importante. Juan Jose y yo éramos, por así decirlos un par de amigos que hubiera sido un perfecto par de novios de no haber estado tan ocupados en otras cosas.




Por esa época, aun no comprendía el impacto de mis decisiones, palabras, y miedos, esa ignorancia seria la culpable de que fuera destruyendo personas, cosas y memorias a mi paso, que el resto de cosas que me importaban fueran dilapidadas por mi falta de tacto o de cuidado. Con el pasar del tiempo. Juan José se enamoro de alguien, yo, que en ese tiempo le tenía mucho cariño no le tome mucha importancia al hecho, y es que al inicio nos burlábamos del tipo, gordo, nerd y sobre todo antipático, pero por alguna de esas cosas que nadie puede controlar y que aparentemente yo no puedo recordar, ellos se enamoraron, y en el momento decisivo, cuando el gordito retrasado le pidió que hiciera una decisión, una decisión mas, de hecho, por que ya antes de esto le había hecho elegir entre la posibilidad de estudiar en otro país o quedarse con el, bajo la amenaza de que si se iba , nadie lo esperaría cuando volviera, demás muestras de patanería que al final terminaron doblegando el espíritu de mi pequeño amigo. Al final, tomo la decisión mas sencilla quizás, y se alejo de mi.

Han pasado años de eso, no puedo decir que me halla olvidado de el, por que seria mentir, se que en algún lugar el sigue igual, o peor de dominado de lo que estaba antes, pero ese no es el punto, lo he recordado por que al igual que el, el resto de personas a las que realmente me amarre fueron uno mas desquiciado que el anterior. Quizas por eso ame tanto a Daniel, por sus tendencias suicidas, por sus depresiones y esa necesidad de afecto que solo yo podía completar, por eso tome a Juan jose como mi hermano menor, por esas inseguridades y deseos suicidas, por eso, cuando Ana me busca se que la entiendo, por esos pensamientos convulsionados, por esas ganas de morir tan fuertes que impiden que comprendas algo mas que el dolor . Creo que allí esta el problema, una vez que sus tendencias se acabaron, que se normalizaron, yo deje de ser importante, necesario, usable, y por el contrario me volví un reflejo del pasado, de lo que querían olvidar, de las cosas feas que nadie quiere mencionar, una especie de cicatriz en su ahora mundo perfecto, por eso se fueron, por eso no miraron atrás, por eso olvidaron, por que era mas fácil y mas lindo jugar a la vida perfecta cuando aun estaban igual de podrido que yo

No soy ningún santo, ni nada por el estilo, me gusta estar cerca de gente igual de perturbada que yo, por que me ayuda a crecer, por que se que mientras ambos estamos en el suelo podemos aprender. La gente normal es aburrida y poco interesante. Y aunque ya no tengo tendencias suicidas, a veces, solo a veces, cuando bajo la guardia y recuerdo la traición el horrible sabor a de la tristeza y la frustración vuelven a acompañarme, con ese deseo casi mortal, tan autodestructivo y tan propio, sin embargo es cada vez mas distante el eco, la resonancia del amor que se nos pudrió a mi y a un muchacho al que creí conocer, cada vez es mas visible que esos sentimientos medio podridos ya no pulsan con celeridad. El sadismo, la ambición y sobre todo el deseo de intentar todo antes de morir le han ganado a la depresión. Tomar riesgos es lo mas divertido de estar vivo, por eso estoy dispuesto a equivocarme un par de veces mas si es necesario.

Sobrevivir al fin de año








Someday I will remember all the chances we took.

Creo que mi actitud con la vida está algo errada. No es que este desconforme con como veo las cosas, o como siento o percibo el mundo, no creo que el problema sea que no confié en nadie y decida aislarme a mi modo de todo, de las cosas que podrían dañarme y las cosas que me podrían hacer feliz. No, eso no tiene nada que ver, el problema creo que está en que ya me canse de todo, nada suele agradarme y todo me da un sabor agrio, estoy acostumbrado a que las cosas salgan mal, no sé si porque no me esfuerzo lo suficiente o por que espero demasiado de las cosas, demasiadas cosas positivas cuando todo lo que pasa termina siendo completamente negativo.

Las sorpresas no me gustan, o suelen ponerme de mal humor, por que detesto la incertidumbre, el horrible y desesperante sentimiento de que todo está por salir mal en cualquier momento, detesto el miedo de no saber si seguiré en el mismo punto en el que estoy la próxima vez que me detenga a ver donde estoy. Aunque no es la primera vez que todo empieza y acaba más rápido de lo que debería, y aunque ya debería estar acostumbrado a los altos y bajos, que en su mayoría suelen ser bajos, mi terquedad me impide acoplarme, rendirme o bajar la cabeza, es un sentimiento posesivo, enloquecedor, nauseabundo, es la llama acida dentro de mí que me pide y me obliga a no quedarme tranquilo con lo que pasa, con el estado del mundo, con la forma en a cual las situaciones me tratan, con lo que hay y más que nada con lo que no hay, con lo que tengo y en mayor importancia con lo que no tengo, con todas esas cosas que ya deberían parecerme naturales, pero por las cuales sigo ladrando como un perro rabioso.

Odio la navidad, es una de las fechas a la que más me cuesta sobrevivir, no se si es por la actitud que menciono o por el simple hecho de que, en sin, es una conjunción de fiestas y promesas rotas, me encanta cada aspecto de la decoración cada milímetro correctamente ordenado y lleno de color, cada pequeña cosa en la cual se pone esfuerzo, pero detesto la exageración de sentimientos y buenos deseos que nadie cree. No me gusta la navidad, y mi desagrado no viene por el hecho de que las festividades o la comida me parezcan desagradables, mi rechazo ante las fiestas viene por el lado de que siempre están ligadas a algo más, a algo incontrolable e inalcanzable, a promesas de cenas familiares que no se concretan, a una noche romántica junto a uno de esos árboles increíblemente decorados que brillan incluso más que las estrellas. Detesto la navidad por que aunque amo la decoraciones, el espíritu, las fotografías retocadas de familias felices junto al árbol y las mágicas sonrisas, no me es posible ser parte de tan alegórica celebración aunque una parte de mi lo quiere más que nada.

¿Es tonto? Probablemente sí, pero probablemente es consecuencia de pasar la navidad solo en una habitación casi no decorada, esperando durante horas la llamada correspondiente, acompañada de la promesa de que, en algún futuro no muy lejano la situación sería diferente. Pero las llamadas ya no llegan y las promesas, al igual que la temporada, se esfumaron. Sería hipócrita decir que no envidio a las familias enormes que logran pasarlo juntos y que no me gustaría nada mas que tener mi propia familia en algunos años, una familia con la que pueda compartir todas esas cosas que nadie comparte conmigo, pero en cierta manera, cuando los delirios de soledad se aclaran, me pregunto si habrá una familia que sea lo suficientemente extraña como para mí.



El punto es que, esta navidad sobreviví, casi por suerte a los estragos que ocasionan en mi las luces de colores a las que amo, y los abrazos bañados en miel que detesto, no por cursi sino por ajena, me mantuve contra todos los pronósticos casi inalterado por toda la fanfarrea y el despliegue de millones de sonrisas medianamente toxicas para mí ya de por si, dañada estructura emocional. Alguien me dijo que me habían herido demasiado y por eso tenía una actitud tan negativa ante todo, yo creo que me he dejado lastimar demasiado y esa es la principal razón por la cual tengo un terrible miedo y enojo constante ante todo, es por eso que siempre estoy preparado para lo peor, estoy tan listo para que todo salga mal que cuando sale bien no se disfrutarlo.

Me he negado la posibilidad de enamorarme o de sentirme completo y agraciado de nuevo por que creo, que en el fondo simplemente no lo merezco, creo, o creía, aun no lo sé, que realmente estar solo era la solución más sencilla a todo, que luego de ese terrible e incontrolable dolor no podría volver a pararme nunca más y pasaría el resto de mis días como un cadáver en descomposición, a la mercede del universo, a las manos de la crueldad y la mala fortuna. Deje de lado mi apariencia y me dedique a hacer cosas, a trabajar, estudiar, leer, caminar, pasear, remplazos para los espacios de tiempo que nadie quería llenar, tapones para los millones de agujeros dentro del barco imaginario de autosuficiencia, pero con tapones o sin ellos, todo barco termina hundiéndose si es que ya no da para más.

Digo que me he negado y me he privado por que hasta hace poco, estaba enteramente convencido de que esto era lo mejor a lo que se podía llegar, que ese sentimiento de ser un vaso medio vacío siempre quedaría allí, que a pesar de todos los esfuerzos – fútiles o no- en el fondo seguía siendo el mismo chiquillo idiota que jamás estaría satisfecho. Pero ha sido una de las últimas decepciones, la ultima embarrada de mierda en la cara la que me ha despertado, ha sido el sentir que realmente el fondo ya no es tan cómodo como parece para darme cuenta de que probablemente hay más cosas de las que puedo percibir y es solo cuestión de actitud afrontarlas, me ha tomado tiempo aceptar que el sabor amargo se queda, y el mal carácter sigue latiendo como todos los días, desde la noche hasta la mañana, pero ahora, con más decisión que nunca, entiendo que la gente solo te lastima mientras tu dejes que te lastimen, que el daño que te hacen es equitativo a la cantidad de emociones que dejas entrever.

Es por eso, una sorpresa para mí saber que sobreviví a este año, sin una depresión mayor, es una sorpresa encontrarme comprando ropa y preocupándome por mi aspecto como si nada hubiera pasado, es una especie de milagro esotérico que aunque la herida sigue desangrándose, la ropa con la que me cubro no se manche, es una bendición de proporciones panteoneras el saber que aunque todo está muy lejos de cómo que me gustaría que estuviera ya no me incomoda ni me pesa, ya no me agrede ni lastima de la manera en la que solía hacerlo, ya no se encaja en mi cerebro el punzante sentimiento de inutilidad ante el desastre descontrolado en el cual mi vida se ha transformado. Ya no me molesta, ya no me desespera, ya solo pasa y yo paso con ello. Ya si gano o pierdo da igual mientras pueda jugar lo suficiente como para mantenerme distraído. Estoy casi convencido de que en este instante donde todo es muy poco y nada es demasiado, en este instante donde no importa que tengo y que no si tengo el ocasional derecho a un placer esquivo o a una caricia escondida es más que suficientemente para mantenerme en pie, más que todos esos sueños inconclusos y reciclados de felicidad eterna y casa con perros y niños. Digo casi porque me acabo de dar cuenta que no es cierto.

No es completamente cierto, porque hace unas horas recibí, de la manera menos esperada y a modo de regalo de navidad, un fajo de billetes que ascendía a la cantidad de dinero con la cual podía viajar a México, que aunque no eran los mismos billetes era el mismo monto, era ese dinero maldito, pérfido y podrido con el cual me obsesione, era esa cantidad, casi exacta con la cual podría haber visto a quien consideraba el amor de mi vida, eran esos asquerosos pedazos de papel que me hicieron falta cuando quería demostrarle lo mucho que le importaba a esa persona que ahora es tan extraña y lejana, esos putos billetitos de colores por los cuales me dejaron atrás, por ser pobre, por no tenerlos en la mano y no poder cubrir esos pequeños caprichos y deseos estúpidos. Así es, tengo esos billetes conmigo, si no es que mas, y los tengo aquí, guardados en un cajón, bajo la ropa interior que ya nadie ve, escondidos, de mi.

Porque mi primer pensamiento fue ¿Y si me largo ahora a México? ¿Y si dejo todo tirado aquí donde esta? ¿Si desaparezco y voy y busco a quien tanto daño me hizo? ¿Y si me ve ahora, me volverá a amar como solía hacerlo? Mientras caminaba con el dinero escondido entre los dobleces de la ropa, mientras me dirigía con la cabeza perdida en el aire y los ojos cerrados tratando de pensar en algo más, me di cuenta ¿Pero acaso no estamos de acuerdo de que ya no te ama? ¿Qué no te has dado cuenta que no le importas en lo mas mínimo ya? ¿Acaso no entendiste que se olvido de ti y te dejo atrás? Fue entonces que me detuve, en seco, con el dinero aun escondido en mi ropa, y sentí asco, sentí un terrible sabor a bilis inundar mi boca, mi estomago y mi garganta. Todo este dinero de mierda ya no servía para nada y yo, con dinero o sin él era un pobre diablo por pensar que, este montón de billetitos iba a conseguir que aquella persona a la que tanto ame volviera a verme con los mismos ojos inundados de deseo y pasión con los que ya, hace más de un año dejo de verme. Fui un estúpido por un momento largo y prolongado por que de verdad, con la mano en el corazón creí que con ese dinero maldito volvería al pasado, a esa época donde mi obsesión no era tanta y su amor no era tan poco.




Me arrastre hasta mi casa, con el torrente de sentimientos aglomerados en mi garganta, con la furia y el enojo mezclados con el sentimiento de ser una persona inútil, vacía, estúpida. Me quede quieto en mi cama, la ira hizo que, luego de mucho tiempo la rabia llenara de lagrimas mi cara, que mordiendo mis labios pensara en que no servía de nada este dinero, que ese montón de billetes no iban a comprar nada de lo que realmente quería, que ese dinero no me sacaba de pobre y que mientras fuera pobre, el simplemente no se iba a arriesgar a acercarse a mi. Entendí que el, ya no tenia ningún interés en mi, entendí también, con toda la rabia y furia que aunque quisiera, o pudiera comprender por que hizo lo que hizo, por que me lastimo, por que me dejo solo y roto cuando hace tan poco había vuelto a mi, eso no cambia nada, por que el daño estaba hecho, y entender los por que, no cambia los como ni los cuando. Nada cambia a menos que te des cuenta de que muchas cosas simplemente tienen más importancia de la que merecen. La realidad era esta, el era medianamente feliz, este poco de dinero no era nada contra lo que el quería o tenia, este instante era solo un golpe de estupidez, la realidad era esa, ya no había vuelta atrás y ya no había interés, todas esas noches pensando si, al igual que yo, se iba a dormir pensando en mi no tenían mas sentido, por que, es lógico, que al menos, por una pisca de decencia y respeto, se busca terminar de la mejor manera posible, pero ni decencia ni respeto, y mucho menos interés quedo.

Así que hice lo mas lógico, lance el dinero a un cajón, donde ahora duerme, y me quede dormido, toda la noche. El futuro seguía tan incierto como hace unas horas, pero por primera vez en mucho tiempo, sentía que no estaba completamente perdido, aunque dolorosa, la decisión y realización de entender que por mas dinero, sueños y palabras bonitas que hay de por medio, son los hechos los que cambian las cosas, son las acciones las que quedan, las marcas alrededor de un cadáver son siempre el resultado de acciones, toda acción genera una reacción, pero no toda palabra genera una acción. Los días que siguieron fueron mas sencillos que los anteriores, poco a poco muchas cosas cotidianas fueron perdiendo el valor casi trascendental que en su momento tuvieran, muchas cosas se fueron extinguiendo, entre cigarros a medias, como toda esperanza, el humo se disipo, y empezó una campaña ridícula, casi sin sentido, pero no por eso menos ridícula que la idea de creer que las cosas podrían ser como antes. Una cita médica a la vez, un poco de ropa nueva a la vez con el sueldo acumulado que hace meses no tenía un uso que no fuera pagar deudas. Metódica y lentamente, una formación diferente, inconsistente pero interesante.

Odio las sorpresas, me gusta tener el control de todo, y ahora, creo mas que nunca que las cosas que no puedo controlar o disfrutar deben dejarse ir, morir, extinguirse. El amor que durante tantos años me mantuvo vivo, ahora no es mas que un recuerdo, que perdió el control, las emociones no correspondidas se habían vuelto incontrolables, inútiles, insoportables. Los días habían pasado y esa incansable espera de un mail o un mensaje que nunca llega se había vuelto estúpida, incoherente, innecesaria, y así, se fue muriendo, de a pocos, con torpeza y sin elegancia. Al final de la semana, la mitad de lo que me rodeaba había perdido el valor que alguna vez tuvo. Por esta vez, siquiera una vez, siquiera un tiempo, voy a hacer de cuenta que no espero nada de nadie, que no quiero nada y no me interesa nada, voy a hacer lo que debí haber hecho hace mucho tiempo, y voy a dejar que el resto del mundo manche mi esencia hasta que la suciedad y colores ajenos tapen los agujeros y quemaduras que me dejaron, que me deje, que el dejo. La supervivencia consiste en acoplarse, acomodarse, modificarse, y hasta cierto punto, matarse a si mismo.