Es curioso, muchas veces sabemos lo que esta por venir, que el golpe es inminente y la catástrofe también, pero aun asi la terquedad o en casos como el mio, la prepotencia de creer que somos diferentes, mágicos y especiales, con la suficiente capacidad como para hacer cambiar algo o a alguien, para poder obtener ese sueño efímero y adolescente que hace tanto tiempo debi dejar atrás.
Llevo muchos días sin sentarme frente a la hoja en blanco del Word, y no es por que no quisiera o no tuviera el tiempo suficiente, era por que estaba, o bueno, estoy atrapado en un libo, un espacio intermedio donde no se que hacer o a donde ir. Y es que el ha vuelto, ha vuelto y me ha tomado por sorpresa como siempre, con la guarda baja y el corazón abierto, como siempre que se trata de el. Me ha encontrado recuperándome de los excesos, lamiendo las heridas y deseando que los coqueteos indirectos se volvieran algo táctil, firme y real. Pero no, asi no fue, ha pasado lo que yo esperaba muy contra mi voluntad, pero que muy en el fondo sabia que pasaría. Y es que todos y cada uno de mis conocidos se había encargado de hacer que la posibilidad de estrellarme de nuevo se mantuviera clavada en mi cerebro, y tenían total y completa razón, me he vuelto a comer el cuento entero, a sabiendas de las consecuencias para con mi integridad emocional.
Entre correo y correo, han resurgido esas retardadas esperanzas que ya se habían asfixiado bajo mil capas de ira, enojo y sobre todo desilusión, pero no fue suficiente, y es que con el nunca es suficiente, el cuerpo cansado y frágil no tiene la capacidad de contener la locura, desenfreno y estupidez por las cuales soy tan característico, ese deseo absurdo que me vuelve a empujar al vacio. Con las maletas casi listas y la brújula apuntando hacia Argentina estaba dispuesto a dejar todo atrás, pero no, me he vuelvo a quedar quieto, recostado contra la pared y con el corazón latiendo violentamente con una mezcla de emoción, deseo, y sobre todo miedo, miedo a la incertidumbre. Durante tantos días nos hemos enviado diaria y religiosamente correos, cada uno mas meloso que el anterior, ayudando a complementar la maravillosa ilusión y el sentimiento de que todo saldría bien. Pero todo eso no es suficiente, con el nunca nada es suficiente, mucho menos cuando una parte de ti vive asustada y entre los “Te amo” que no llegan a ningún lado y las promesas que no parecen despegar mas allá de las palabras y nunca transformarse en actos. Quizás esa es la razón por la cual no me sorprende estar en el piso de nuevo, por eso el tropezón no me duele, así como los “lo siento” no se sienten si es que el sentimiento de culpa o de remordimiento.
Así que estoy en el piso de nuevo, preguntándome ¿Ahora que? A lo que la voz mas recóndita dentro de mi cabeza susurra “Ahora vamos a hacer presión hasta que se rompa”. Ya soy un experto en tomar malas decisiones, así que con los ojos cerrados intento tomar una correcta por una vez en mucho tiempo. Casi en silencio vuelvo a solicitar una audiencia con el príncipe, el único, el real. No hay respuesta inmediata y no la espero. Me vendo los ojos y amarro mis manos, murmuro por lo bajo y espero a que llegue mi turno. Alguien tiene que salvarme de mi mismo y la locura que representa en no aceptar que no duelen las caídas solo porque ya me acostumbre a ellas. Así que mientras las horas pasan y tomo malas decisiones que puedan vencer a la adicción me pregunto ¿Luego de esta última caída y levante, quedara algo más que ofrecerle a los buitres? ¿Algún pedazo oculto de dignidad y auto respetó escondido entre mis huesos?
El ultimo susurro es para rendirme y expresar mi cooperación absoluta.
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