Los días pasan.
Y yo no aprendo. Al parecer me gusta sentirme herido y lastimado, es eso o simplemente soy demasiado crédulo como para darme cuenta de mis limitaciones, de la incontrolable manía que tengo por prenderme fuego cuando más volátil y débil soy.
Me dijeron, entre susurros, como para sacarme del letargo que escribimos mejor cuando estamos hechos mierda, cuando nos desgarra el alma un sentimiento o una decepción, me preocupa algo eso, que lo único que puedo hacer bien es escribir sobre derrotas, sobre problemas e inevitablemente sobre la única persona que toma mi corazón y barre el piso con él. Un derrumbe interminable de caos y descontrol al cual intento volver algo medianamente interesante.
Lo siento de verdad, lo siento por que no soy lo suficientemente fuerte o bueno como para cambiar mi propia realidad, lo lamento tanto, para conmigo mismo por ser tan terco y descontrolado, por creer cosas que no son, por entregarme ciegamente no una, ni dos, ni tres veces, sino todas las que fueron necesarias, tantas que ya he perdido la cuenta. Lo siento por ser tan estúpido de esperar una solución mágica, lo siento por decepcionar a la gente que ha esperado más de mí y a los que no esperaban nada haberlos decepcionado aún más. Lo siento por que al final de mis días siempre vuelvo a bailar ese mismo ritual de sacrificio que tantas veces he representado ya. No lo siento por todos los que dejo y deje ir porque sé que fue para mejor, ahora que cada uno de ellos encontró lo que necesitaba, lo que busco en mí y no pude darles. Al otro lado de la moneda le ha tocado quedarse con los suyos, al heredero del silencio le toco la buena fortuna de que las cartas y el destino le sonrieran en su camino. Al ladrón le fue mejor de lo que esperaba y encontró alguien a quien treparse, mientras que el prostituto cualquiera disfruta cada segundo la el vacío de su vida. Y por su parte los príncipes marcaron su territorio, y casi obligado yo marque mi distancia al entender que las piezas no terminan de encajar, que no hay un espacio entre nosotros en el cual entre un pobre y triste desahuciado con la enorme carga emocional como soy yo y que antes de romper el recuerdo es mejor romperse uno mismo.
Así que el precio que pague fue enorme nuevamente, y otra vez, para no perder la costumbre me he quedado con las manos vacías, he tenido que devolver todos esos besos y cariños que tome prestados por que al final nunca fueron míos, solo eran alquilados. Yo quise, yo ame, yo me entregue, yo mentí, yo confié, pero nada de eso cambio absolutamente nada. Casi dos años después parezco atorado en el mismo lugar, con más heridas que en esa ocasión. ¿Me arrepiento? Por supuesto, de demasiadas cosas, de no ser lo suficientemente decidido como para vomitar algo que no sea sangre –como ahora- en lugar de vomitar un sentimiento inútil y podrido, y quizás por esa podredumbre que hay dentro de mí no he hecho sino arruinar la vida de los incautos que quisieron tomar el riesgo, suena completamente compareciente, no más que este post en general, pero parece que la clave para solucionar esos problemas a medias es tener una relación fugaz conmigo para luego dejarme.
Así que aquí estoy, frente a un monitor con un horrible sabor a sangre mezclado con nicotina y esa presión terrible que corre desde el estómago hasta mi cuello. Estoy de nuevo escuchando las mismas canciones que me golpean cuando ya estoy en el piso, corriendo hacia las mismas personas que siempre me han prestado su abrazo no para llorar sino para morderme la lengua y apretar los puños hasta que goteen la frustración. Siempre creí que él era un cobarde, por escapar de mí, por no decirme las cosas frente a frente, pero me doy cuenta que el verdadero cobarde soy yo, porque tengo miedo de quedarme sin lo único que alguna vez me hizo especial, por quedarme vacío por completo sin siquiera guardar las memorias, sin tener esa reserva de esperanza que tantos años tuve, soy un cobarde porque construí mi vida alrededor de una persona maravillosa que hace mucho tiempo me dejo, y ahora que no queda ese soporte, solo desapareció y esa persona se esfumo en el tiempo solo quedan paredes débiles y a punto de colapsarse. Así que eso soy, un triste cobarde que aún espera mails o respuestas, que espera actos de valentía que probablemente no merece. Nadie me dijo que esto era lo correcto, y con total razón, aunque hubo algunos que me apoyaron pese a todo, hoy creo que toda esta estupidez ha sido la más grande que he cometido con respecto a este tema que tiene tan harto a todo el mundo, pero no hay de otra y así son las cosas, un error tras otro todo por la existencia de un amor erróneo.
Así que levanto las paredes de nuevo, borro de ellas los números y nombres de todos los que he dejado ir como precio de un ritual inútil. Grabo con sangre en mi piso la cantidad de veces que una sola persona me ha hecho trizas. Intentando encontrar un espacio respiro, cierro los ojos y recuerdo que ni siquiera como objeto o suplente he podido satisfacer las expectativas o acoplarme al ritmo de quienes me han necesitado, y que entonces, tal vez sea tiempo de volver a depender del aire, del silencio, de escapar del mundo y volver a esconderme debajo de esa cueva formada por todas las palabras bonitas pero marchitas y los sueños rotos. Empezar una cuenta regresiva antes de volver a dejar de ser yo y volver a ser un esclavo de otros, sirviente absoluto y maquina sin cerebro, dirigido en completo silencio y con el corazón rendido hacia un futuro incierto, hacia las calles solitarias de otro país, hacia un caos aún más grande del que espero no poder salir.
Todo sea para olvidar que otra vez caí en el mismo juego. Así que seguiré avanzando, hasta que se rompa, hasta que sangre, hasta que se marchite por completo.
1 repercuciones:
Queda en uno mismo hacer el corte definitivo. Duele, es dificl pero a veces es lo mejor.
Si uno quiere, puede a pesar de todo.
Suerte.
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