Paciencia

De una manera u otra siempre vuelvo a hacerme las mismas preguntas, y consecuentemente a darme las mismas respuestas. Me hago preguntas que se me de memoria, principalmente porque aun intento encontrar una respuesta que no sepa, pero termino preguntándome porque hago la pregunta si la respuesta es siempre la misma. Ya debería haber comprendido que no tiene sentido que siga haciéndome la pregunta de qué o por que espero, y debería esperar a entender que no es necesario hacer una pregunta como esa.

Paciencia, todo depende de la paciencia, pero yo no sé si aun la tengo, soy demasiado impaciente como para auto examinarme en búsqueda de ella o su cadáver. No sé si quedan retazos de ella debajo de la enorme capa de problemas que me he construido, no sé si me queda un equivalente a ella como para poder sustituir la que ya no tengo. Creo que soy un iluso al creer que puedo soportar tanto, que puedo esperar sin desesperarme, que puedo mantener mis manos quietas y mi boca cerrada mientras todo lo que creí que era mío se destroza, colapsa, corrompe y estalla una y otra vez.

La verdad es que soy demasiado impaciente, no tengo la cualidad de saber esperar el dolor ni el placer. No consigo aceptar que a veces, el mejor curso de acción consiste en simplemente no hacer nada, en hacer de cuenta que las cosas van a pasar y que desesperarme hasta el borde de la histeria no es la mejor opción para solucionar nada, absolutamente nada.

Y entonces me doy cuenta que a pesar de todo, tengo la misma costumbre de siempre, esperar en silencio, mantener la cabeza baja mientras el universo estalla una y otra vez sobre sí mismo , con la esperanza de que las cosas dejen de ser una caótica experiencia. Esa estúpida y dolorosa costumbre en la cual me termino amarrando a un inexistente momento que no va a durar, a los instantes en los que torpemente creo que todo va a salir bien que volveré a la estabilidad que me arrancaron de las manos, que volveré a ser el dueño de mi estabilidad y que luego de eso acabar mi decadente necesidad afectiva. Pero ese momento nunca llega y la paciencia siempre se me termina acabando de golpe.

Y ya no tengo ni fuerzas, ni ganas de insultar, de quejarme, de señalar los mil defectos de las personas a las que ame, de recontar los daños, de recordar que tan lastimado estoy. Ya no tengo ganas y me he perdido la paciencia a mis recuentos y mis planes fallidos. Así que ahora solo miro, pienso, escupo en los “Quizás” y me alimento de los “Por qué” que cada vez saben más a cartón reciclado y seco. 

Al final, las cosas son así, un juego de paciencia, de ver si es que, mientras los días pasan y las situaciones cambian cada uno de nosotros, cada pieza de esta historia encuentra un lugar adecuado o quizás un lugar provisional. Al final de cuentas, lo único que le queda a alguien que no puede hacer nada más que mantener la mirada en el aire es tener paciencia. 


Lo que haré que cuando se me acabe la paciencia es algo que aun no se.

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